lunes, 11 de abril de 2011

Una mueca de mala fe en un medio de comunicación


Por Sergio Espinoza

La entrevista es lo que más me gusta. Es una relación muy personal con la información. Es el protagonista el que cuenta y brinda su verdad. Si uno tiene la paciencia de escuchar y atender a las palabras del entrevistado puede lograr muchos más datos que el estar frente a un suceso. Esto último se lo dejo a la crónica. Un género periodístico con mucho de literario que muy pocos lo usan porque conlleva creación. Es como una obra de arte. Por eso me gusta combinar los dos estilos. La entrevista en formato pregunta-respuesta es mucho más fría y no tiene la calidez humana de la mirada. Pero claro, esta es una observación muy particular.

La entrevista por radio sí que es más vertiginosa. El corto tiempo en el aire y la inmediatez de lograr la respuesta adecuada, hace tanto para aquel que pregunta como para aquel que responde, embarullarse en conceptos, a veces pocos claros, o utilizar palabras que son usadas popularmente, pero que no se registra en ningún diccionario. Eso lo sabe el entrevistador, persona que se supone tiene conocimientos de la técnica del periodismo. Por eso ante una palabra desacertada, prosigue con el trabajo de entrevistar, y tratando de sacar lo mejor del entrevistado.

En la actualidad, cuando las empresas tienen diversos medios de comunicación es común encontrar en su matutino, declaraciones surgidas en los formatos radiales del grupo, también en lo televisivo. La entrevista registrada en audio es bajada por el periodista del grupo para la construcción de la nota gráfica. Según las reglas periodísticas, el redactor tiene que “limpiar” el texto en crudo. Evitar las muletillas del entrevistado, las pausas y expresiones ajenas a la argumentación sobre el tema abordado, también las palabras mal empleadas.

Sin embargo, existen algunos redactores que se creen en una posición “superior” que roza el cretinismo, ya que éste, tras el descanso que posibilita la des-grabación, se encuentra con mayor posibilidad de advertir los errores gramaticales que manifiesta el audio. Pero, así son los escribientes que muchos se ufanan por tener al alcance de la mano. Pequeños “lanatas” que se creen “gardeles” del periodismo y resaltan con un “sic” la palabra mal utilizada por el entrevistado.

Días pasados leí una nota, des-grabada de una entrevista en radio, en donde el redactor resalta una de estas palabras. La misma era “inmiscusión”. Esa actitud sólo puede otorgarse a la mala fe del periodista o tal vez, una intención de la empresa de deslegitimar la argumentación de la persona entrevistada.

La intromisión por parte del sector político en una institución netamente social que hacía referencia el entrevistado, el inmiscuirse de la clase política en asuntos organizativos de una entidad asociativa, es grave. La denuncia que hizo el entrevistado es fundamental y toca la razón medular del motivo por la cual una institución social no puede salir de su crisis profunda.

Cuando en una nota, el matutino hace referencia y resalta una palabra que es de uso popular aunque no esté en el diccionario, sólo intenta desviar la atención del lector al tema de importancia. El periodista que des-grabó la nota demuestra el nivel de conocimiento de su oficio frente a la información a publicar y que la nota así presentada deja entrever la toma de partido por parte del medio de comunicación sobre el tema en cuestión.

Y por último, demuestra el desconocimiento del medio gráfico de una palabra, incluso, utilizada por el escritor Julio Cortazar en su libro “Último Round” cuando tituló a uno de sus cuentos “Inmiscusión terrupta”, tal vez, con el afán de darle entidad a la palabras que se presentan en los usos y costumbres populares, lejos, muy lejos, de aquellos acartonados perejiles que con diccionario debajo del brazo creen remedar en el texto los errores que ellos mismos cometen a diario.


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