lunes, 31 de agosto de 2009

Perón y los medios de comunicación

Los medios de comunicaciones masivos se incrementaron, pese a ser sometidos a restricciones selectivas que respondían a los intereses de las filosofías dominantes.
Así, dichos medios se convirtieron en vehículos para la penetración cultural.


El país debe establecer los principios específicos y claros no solo en lo referente al nivel de intercambio socio-cultural con el exterior, sino también respecto de cuales han de ser las condiciones para salvaguardar la identidad cultural argentina.


Por otra parte, es interesante observar lo que sucede con la comunicación de los grupos postergados o aislados de la sociedad, como en la práctica aconteció con el Movimiento Justicialista durante casi 20 años. La respuesta no dejo lugar a dudas: cuando se observa una profunda fe en ideas y valores, la coerción interna no puede impedir que se desarrollen mecanismos informales de comunicación directa. Puede destruir los medios formales, pero no puede hacer lo mismo con aquellos cuya energía de transmisión nace del poder de la ideología del grupo.


La opinión pública del país esta lo suficientemente preparada para criticar las informaciones que recibe. En algunos sectores sociales se pensó que esa opinión había sido confundida con información tendenciosa, pero no fue así. A pesar de que prácticamente los dos tercios de la opinión ciudadana soportó décadas de prédica destructiva, mantuvo una monolítica unidad de convicción.


No es posible “vender” ideas al Pueblo. Menos aún cuando, como en nuestro caso, se encuentra en el una incontenible sed de verdad.
En otro orden de cosas, se ha buscado promover actitudes profundamente negativas, incrementando artificialmente el consumo voraz de productos inútiles.


Directos responsables de esta situación han sido quienes instrumentaron los medios de comunicación masivos para aniquilar la conciencia del Pueblo.
Es decir, se procuró motivar un consumo prescindible, excitando los sentidos. Ese sistema es incompatible con la forma nacional y social a la que aspiramos, en la que el hombre no puede ser utilizado como instrumento de apetitos ajenos sino como punto de partida de toda actividad creadora.


No se puede ignorar que el sistema empleado incrementa la demanda de bienes, provocando una actitud competitiva que incita al aumento de eficiencia. Es evidente, además, que ambos factores constituyen el impulso del progreso económico.


Pero una cosa es el progreso económico y otra muy diferente es el desarrollo social del país en pro de la felicidad del hombre que lo integra.


Es por eso que será necesario corregir ciertas pautas de consumo que no responden a las reales necesidades de nuestro Pueblo. Este necesita liberarse de los moldes prefabricados que hacen de la exhibición de bienes una cuestión de prestigio, premiando diversas formas de parasitismo social.


Precisamente el consumo artificialmente estimulado unido a la mentalidad competitiva ha actuado como factor desestimulante de determinaciones fundamentales de la creatividad del hombre, como son, por ejemplo, la ciencia y el arte.
(…)
Para alentar con optimismo la tarea de elaboración de una cultura nacional, es necesario tomar en consideración tres instrumentos poderosos: los medios de comunicación masivos, la educación en todos los niveles y la creatividad inmanente del pueblo.


Ya me he referido a los mecanismos de información de carácter masivo y sus riesgos. Me parece obvio insistir en la necesidad de que estén cada vez más al servicio de la verdad y no de la explotación comercial, de la formación y no del consumo, de la solidaridad social y no de la competencia egoísta. No debe olvidarse que la información nunca es aséptica; lleva consigo una interpretación y una valoración; puede ser usada como instrumento para despertar una conciencia moral o para destruirla.
(…)


Juan Domingo Perón
Modelo Argentino para el Proyecto Nacional / 1974