jueves, 31 de marzo de 2011

Suscribo lo de Gabo, éste es el mejor oficio del mundo

Por Sergio Espinoza


Comencé el oficio de periodista en los finales de los ‘80, en pleno auge del menemismo. Inicié mi actividad como reportero para el programa “Raíces” en una radio comunitaria que funcionaba en una villa de José León Suárez, provincia de Buenos Aires.

El programa era de orientación cultural, con un fuerte contenido de divulgación de la cultura de los pueblos originarios de Argentina y Latinoamérica.

Luego, en los ‘90, el programa se mudó a una emisora más grande de la localidad de Munro. “Raíces”, seguía con la misma tónica, pero con el neoliberalismo incipiente y mi participación más orientada en las cuestiones sociales, el programa comenzó a tener una incursión en los conflictos sociopolíticos que se sucedían en aquel tiempo.

Se viene a mi memoria la cobertura que realicé con el conflicto ferroviario. “Ramal que para, ramal que cierra”, había dicho “el Carlo” y ahí estaba yo, cubriendo toda movilización, acto y protagonistas del conflicto. Así fue que entrevisté a dirigentes ferroviarios, sociales, recuerdo la entrevista a Hebe de Bonafini, y a Pérez Esquivel. También las entrevistas realizadas a León Greco, Teresa Parodi, Antonio Tarragos Ross, Víctor Heredia, entre otros.

Recuerdo el acto que se desarrolló en Ferrocarril Oeste y la gran desilusión pública de Gieco, cuando todos nos dimos cuenta, en ese momento, que la lucha se había perdido. La famosa zanahoria delante del burro, que significó el nefasto “retiro voluntario”, había calado hondo en la mentalidad pequeño burguesa de los trabajadores argentinos. “Nunca más trabajadores, ahora todos nos ponemos el kioskito”, así nos fue.

Lo gratificante del trabajo en “Raíces” fue que el programa ganó una distinción por una asociación de radio denominada “Sin Anestesia”. Organización fundada por oyentes después de que el programa radial de Eduardo Aliverti había sufrido la censura del gobierno de Alfonsín, sí leyeron bien. El caso fue que los oyentes se conformaron en asociación y todos los años distinguían a lo programas radiales que trataban de contar lo hechos políticos, sociales y culturales del pueblo.

Pero todo fue y así pasó también los avatares de mi oficio. Poca plata y mucho romanticismo de época. Luego pasé por otras emisoras. También escribí para periódicos partidarios siempre de tendencia de izquierda, que aunque no adhería a su ideología gustaba al parecer, mi línea discursiva.

Entre otras actividades, incursioné en la prensa gremial, para el Sindicato de Comercio de Capital Federal. Una experiencia que resultó de suma importancia, con un gran contenido de la prensa en función de la acción política. En la construcción política. Realmente fue donde más aprendí. El contacto directo con los trabajadores, la ida y vuelta, para luego plasmarlo en un medio de comunicación. Fantástico. No tienen idea como esto contiene, agrupa y sostiene una organización.

Luego apareció el Fernando, los piqueteros, las asambleas populares, los cacerolazos y por último el Argentinazo. Todo eso lo viví, me metí, lo cubrí y lo testimonié. No hay nada más fidedigno que contar algo vivido.

Las grandes movilizaciones, millones de gente marchando. La represión policial. Las balas que zumban por tu cabeza, sí, por mi cabeza. Los tiros de medianoche que pegaban en las columnas de la Catedral, en Plaza de Mayo, donde me resguardaba para no caer herido. Los gases lacrimógenos, las corridas, el pañuelo mojado y el limón para no llorar. “Cuando disparan los gases no corras, fijate donde van a caer”, me decían. Esto lo aprendí. Luego, lo repliqué a otros menos informados que yo.

Diferentes son las perspectivas de la información desde dónde uno se ubica para presenciar el suceso. No es lo mismo pararse desde el lado del represor, como pararse desde el lado del que resiste.

Algo que me enseñó este oficio es pararse desde el lado del pueblo. Te aseguro que la mirada es distinta. Y tu involucramiento con la realidad también es distinta. Imposible que un periodista no se involucre con la realidad del suceso. Hombre soy, nada humano me es ajeno, decía Descartes.


Una vez me preguntaron ¿en qué universidad aprendiste periodismo?, sólo contesté, ahí, en la calle.


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