Por Guillermo Mejía. Periodista de El Salvador
La coyuntura pre-electoral, con promesas insatisfechas y acciones de efervescencia social, es una buena ocasión para repensar el papel de la comunicación a fin de analizar e interpretar el entorno con vistas a posibilitar verdaderos escenarios de cambio, aunque las tareas son arduas y nos hace falta mayor compromiso político.De entrada, la forma en que se presenta la situación nacional nos remite a la urgencia de actuaciones responsables a fin de corresponder con los intereses colectivos, por parte de los gobernantes de turno, como de ejercer nuestros derechos ciudadanos inalienables, pero tomando en cuenta también nuestros deberes.
La reciente crisis en el sistema judicial, así como los amagos en el magisterio y salud pública, entre otros, nos advierten sobre ciertas deudas de parte del gobierno del presidente Mauricio Funes con respecto a los empleados públicos y su compromiso de cumplir con la ley, promesa que recibió beneplácito popular por su ausencia en el ejercicio del poder.
Se suman ciertas actuaciones de los trabajadores organizados, más allá de los derechos por lo que vale la pena luchar, que desdicen mucho de su compromiso con el interés público. Por ejemplo, a la vista de mucha gente resultó controversial el cierre de medicina legal, así como la liberación de presuntos delincuentes por incumplimiento de los plazos que otorga la ley.
El gobierno aduce que las arcas del Estado no andan bien -y es cierto- para corresponder con las peticiones de los trabajadores y que hay que socarse el cincho todavía más porque la prioridad son los relegados del sistema, razón comprensible.
Sin embargo, los ciudadanos se dan cuenta que hay sectores privilegiados sobre los que no existe mayor rigor, sino tolerancia.Lamentable que aún no se experimenta, como se prometió hasta la saciedad, otra forma de hacer política, porque de todos es conocido que persisten muchas prácticas bochornosas en la gestión pública, mientras en la organización popular no se pasa del discurso deslucido y de ciertos redentores que andan en la rebusca de huesos.
La comunicación como herramienta política
En ese contexto, cabe recordar que la comunicación masiva puede ser una herramienta política para aclarar las cosas y buscar nuevos horizontes bajo propuestas participativas con respecto a las formas tradicionales en el sistema de comunicación colectiva como, para el caso, la ausencia de mediación entre la gente y sus autoridades (incluidos, por supuesto, los poderes fácticos).
La maestra Ana María Miralles, experta en periodismo cívico y periodismo urbano, señala que, más que una moda o un método, estas propuestas participativas promueven traspasar las fronteras del periodismo tradicional en dirección a la deliberación pública; en otras palabras, la discusión pública más allá del simple registro de hechos.Una comunicación masiva al encuentro del denominado “tercer espacio” en la sociedad, que está representado por la ciudadanía que, bajo el modelo de comunicación tradicional, ha quedado relegada a simple espectadora y consumidora del discurso dominante sin posibilidades de concreción de su derecho a la información y a la comunicación.
Según Miralles, los propósitos “giran en torno a la idea de reconectar a los ciudadanos a la vida pública, potenciar la capacidad de deliberación de la ciudadanía, ofrecer información con miras a la participación, apoyar los procesos ciudadanos con un buen cubrimiento y especialmente un adecuado seguimiento, dar elementos para la creación de capital social”.
Claro que cuando se habla de participación y deliberación se entra en una amplia discusión filosófica y, por ende, en las formas en que se estructura –o puede estructurarse- la sociedad. Eso sí, independientemente del sistema, el punto es que los ciudadanos tienen derecho a construir su destino en un marco de justicia social y de paz.Miralles sostiene que esta propuesta “lo que ofrece es hacer visibles otras voces en los procesos de deliberación y en la figura de la polifonía encontrar la voz pública o, si se quiere, las voces públicas.
La des-elitización de las discusiones interpela el concepto predominante de opinión pública en la cultura occidental, de modo que sitúa a los ciudadanos en la posibilidad de asumir su propia agenda”.Como se aprecia, las tareas son arduas y se necesita mayor compromiso político en los trabajadores de la comunicación colectiva (y la gente).
Empero, en esta sociedad existe la ausencia de cultura política en las bases y la presencia de un modelo de comunicación excluyente. Así, una opción válida y urgente lo representa la comunicación alternativa con las propuestas participativas e incluyentes.
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