A María Elena Walsh
Por Sergio Espinoza
Mañana se lo llevan preso a un coronel, por pinchar una mermelada con un alfiler, yo no se por qué.
María Elena Walsh sabía porque. Claro que lo sabía. Lo mismo supo de los chicos que eran burros en el país del brujito de Gulubú. Esos, que se curaron con una vacuna.
Argentina fue atravesada por militares y brujos que nos envolvieron en el terror y la ignorancia y la poeta nos cantó la historia con melodías infantiles.
Esta maestra de generaciones de niños argentinos conocía bien el reino del revés. Lo vivió en carne propia. Así lo describió cuando contó los sueños del oso obrero. Aquel que andaba en mameluco y se paseaba por la calle Chacabuco mirando las vidrieras de reojo, porque no tenía un “mango” para comprarse todas las cosas que allí vendían. En un tiempo donde no se rompían vidrieras para saquear el bazar. Sino que se tenía el valor de pedir lo imposible.
Doña María Elena conoció el derrotero de la tortuga Manuelita. Si pareciera que se fue con ese quelonio a Francia para vivir su historia de amor en el exilio. Esa pasión prohibida de antaño y que hoy como sociedad tratamos con complejidad de asimilar.
El amor de varón le dio como patada de burro, a lo Platero y yo. Sin embargo, se vio bien cuidada por una fotógrafa amiga de la infancia. A la que amó hasta sus últimos días.
La Walsh siempre esgrimió su pluma para contar nuestra historia en bellas canciones. Nunca sucumbió al odio por el cual fue sometida. Fue así que en tiempo de dictadura decidió no usarla más y sus poemas se utilizaron como canción de resistencia.
Al parecer el cascarón de la historia oficial con el protagonismo de machos patriotas se comenzó a agrietar ante la revelación de una sociedad matriarcal. Tan valientes como nuestros próceres.
Así de simple explicó una vez, “Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy, por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos”.
Al fin y al cabo, lo hizo. Ella vive en nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario