Porqué no escribo en Jornada Por Jorge Spíndola
Los últimos actos represivos del gobierno sobre los delegados docentes y las reiteradas consultas y diversas versiones respecto de mi “ausencia” en las páginas del suplemento Tela de Rayón que edita el diario Jornada, me llevan a escribir estas líneas como un acto de reflexión compartida; lo hago desde mi opinión personal y desde mi punto de vista ético y profesional, sabiendo que puede haber otras respetables y divergentes opinones.
El 31 de diciembre de 2008 los propietarios de ese medio decidieron “prescindir” de mis servicios tras mi adhesión a la Asamblea de Trabajadores de Prensa despedidos injustamente por esa patronal. En la volteada también “prescindieron” de los servicios de mi compañera Marisa Barrientos, editora del desaparecido suplemento infantil La Bonita Página, cuyos contenidos, según algunos directivos, se “excedían”.
El aire en la redacción de ese diario se hizo irrespirable durante los despidos de compañero
s como Wally Griffiths y, sobre todo, a partir del “extraño” despido de nuestra delegada, Silvia Soto, de su segundo empleo como periodista en el Municipio de Trelew. Una clarísima maniobra del Grupo Jornada, en complicidad con las autoridades municipales, para amedrentar la lucha de los trabajadores despedidos. ¿Los fueros gremiales de la compañera en el diario obligaron a castigarla con la cesantía en su otro empleo?
Durante los días del conflicto asistí, junto a una Comisión de Delegados, como representante gremial de ATE a pedir explicaciones por el despido de la compañera al Palacio Municipal, solicitando su inmediata reincorporación, ya que su trabajo hasta entonces era “brillante”. Los funcionarios se limitaron a decir que era “una medida de arriba”.
Casi como una paradoja, como un siniestro juego cruzado que demuestra la unidad de nuestra clase dirigente: la delegada de los trabajadores de Jornada, Silvia Soto, fue despedida de la Municipalidad de Trelew y yo fui cesanteado de ese medio ¿por mi función como representante con fueros gremiales en el estado municipal?
Sin embargo, los conflictos con esa empresa no terminan ni comenzaron allí. Ya había recibido objeciones y censura en notas donde, por ejemplo, daba cuenta de las conclusiones del Foro Ambiental de la Patagonia realizado en Trelew el año pasado, donde se cuestionaba las políticas y el accionar de las mineras a cielo abierto y su concomitancia con los intereses de ese grupo político- económico de Chubut.
Los propios dueños de ese multimedio cuestionaron mi entrevista al artista plástico Gustavo Aimar, ex empelado de Jornada, y ya me habían “sugerido” silenciar mis críticas hacia las gestiones culturales oficiales que, a mi entender, funcionan como mastodontes que pisan este suelo sin saber que hay historia, que hay artistas que estuvimos y seguiremos estando en esta provincia, sin deberles absolutamente nada.
Finalmente debo decir que me han hecho un favor.
Acostumbrado a escribir libremente como artista y periodista, no podría hoy más que volver a escribir opinando contra la represión y la cultura del garrote sobre el cuerpo de delegados docentes en el Ministerio de Educación, en vez de criminalizar la protesta de trabajadores como lo hace el oficialismo y sus medios de comunicación.
No estoy dispuesto a concebir al arte como maquillaje, patrimonio o divertimento de los sectores patronales. Ni a hacer silencio ante las políticas represivas del golpe físico o del despido amenazador, cercanas ya al Terror de Estado de la gestión del mandamás.
Los aprietes, los insultos, las listas negras, los balazos, la ola de despidos durante la gestión Gómez o el silencio cómplice de más de un “progre” premiado ahora con mayores cargos, o el antecedente de aquellos muchachos verticales golpeando maestros y maestras en la legislatura en 2005 eran y
a eran una muestra del “modelo”. Un estilo político que se vanagloria con el discurso de la Memoria y los Derechos Humanos cada 22 de agosto o cada 24 de marzo pero luego vuelve a implantar el miedo, el silencio, la disciplina de conciencia, el miedo, el miedo.
Nunca fui gorila, nunca fui patrón, ni fui en contra de los intereses de mi clase. No podría ni querría estar pintado en un medio que defiende los intereses de los Korn delante del sufrimiento o el miedo al desalojo de la familia Larenas en la cordillera, o que silencia el atropello a la Comunidad Cayún de Lago Puelo, perpetrado en estos días por los intereses inmobiliarios de la familia del señor Ministro.
No podría ni querría maquillar con poemas, ni con arte alguno, las páginas de un medio que esconde esa v
erdad. El arte no debiera ser adorno, ni lujuria de las clases patronales, el arte no debiera servir para distraer la atención de los lectores o televidentes mientras balean a nuestros educadores.
Fundé el periódico Tela de Rayón en 1997 y, como director, edite 5 revistas independientes que fueron el reflejo de una visión crítica y de un profundo conocimiento y respeto por nuestros artistas y trabajadores culturales del sur del mundo.
Los servicios de inteligencia de la base Zar, en su estupidez vigilante, registraron como “peligrosas”, “subversivas”, “marxistas”, a cada una de las notas y el accionar cultural de ese movimiento con que enfrentábamos entonces al fundamentalismo neoliberal. Cuando estos tipos me llamaron para escribir en su diario sabían perfectamente quién era yo, y hasta me mostraron orgullosos los documentos de los espías que obran en la causa.¿Qué esperaban de uno entonces? ¿Que me vistiera con ropa ajena? ¿Qué sazonara sus páginas con poesía edulcorada?
No tengo derechos sobre Tela de Rayón por no haber realizado jamás un papel que dijera esto es mío. Hoy eso le pertenece al Grupo Jornada, es de los señores y expresa su ideología como un corral de pensamiento: yo no quiero nada con ellos. Me quedo sin tela y sigo rayando con la gente. Me alcanza cualquier lugar de la ciudad para expresarme con libertad y sin tapujos.
Tal vez la enseñanza mayor de las luchas de 2001 fue nuestra pérdida social del miedo, nuestra impugnación de la vieja cultura del terror o de la no participación en la construcción de nuestros propios destinos como trabajadores. Esa es una conquista cultural y social que no debemos entregar a ningún patrón, a ningún modelo vigilante que pretenda erigirse sobre nuestras conciencias.